¿A qué se le podía llamar un paseo matutino?
Puede que a esas pisadas que guiaban a uno por aquel espeso
bosque que ayudaba en la relajación de uno mismo, en encontrar algún rincón de
paz en el que se aislaban del mundo para concentrarse en sus propios problemas
o en sus propios oasis de relajación que uno guardaba en algún rincón olvidado
de su mente estresada.
No había una respuesta a ciencia cierta de lo que podía ser
algo tan banal como un simple paseo, para las desvariaciones de diferentes
personas que mantenían una mentalidad diferente a la de los demás, pero en lo
que se refería a Keegan, para él un paseo matutino era el despertar a más
tardar las 6 de la madrugada por acto propio; una rutina que parecía más
costumbre que obligada:
Cepillarse los dientes, cambiarse a ropa cómoda, desayunar
algo ligero y salir a trote ligero por aquel camino que su padre solía recorrer
por las noches en vela por culpa del insomnio. Caminar poco más de medio
kilómetro para llegar a un claro del bosque despejado donde lo esperaba una
enorme pantera de color tan negro como el carbón pero la cual afilaba su mirada
al ver que profanaban esa guarida era perpetrada más nunca en busca de atacar.
-Hoy mamá dijo que haría sopa de fideos con bistec asado
pero creo que podrás pedirle alguno crudo…Caiden salió con sus amigos entonces-
Sus palabras fueron interrumpidas solo por aquel movimiento limpio y elegante
de la pantera que descendía a su posición y tomaba aquella forma algo
intimidante, pero finalmente humana, ante él. –No creo que llegue temprano. Yo
quiero salir a jugar con Billy ¿Lo recuerdas? El hijo varón de la tía Julietta,
van a venir a comer-
Hiroel no respondió a ninguna de sus palabras, simplemente
se limitaba a escuchar con atención, centrarse en intentar leer los labios de
uno de los pocos seres que aún intentaban apelar a su lado humano y simplemente
le sonrió ligeramente al entender un poco a que se refería. Comenzando el
camino de regreso a casa sin intercambiar alguna palabra entre los dos pero,
eso sí, se presentó una invitación del mayor a que ambas manos se estrecharan
al dejar colgando su mano a plena vista de un Keegan sorprendido que no dudo en
adelantar sus pasos para tomar la mano de su padre y caminar a su lado.
Caiden podía decir lo que quisiera de que su padre se volvía
más una bestia salvaje o que no tenía ninguna oportunidad de volver a ser el de
antes…Pero él creía en las palabras de su madre, en esas que le daban ánimos a
seguir conviviendo con aquel angelical espíritu que si bien dejaba de tener
sentido de socializar, al menos el cariño que sentía por los demás no se
alejaba ni un centímetro de su alma.
-…Jugar
-¡! Sí.. Quiero ir a jugar con Billy- Al tener de nuevo la
atención de su padre a su favor, aprovecho que le era más fácil leer sus labios
que escuchar sus palabras -¿Es malo?- Hiroel negó con la cabeza –Es que…los
chicos a veces no pueden jugar con él y no creo que sean malos, pero si
quisieran jugar con el creo que podrían hacerse de algo de tiempo para pasar
con el… ¿Por qué crees que sean así con él?
Este era un secreto bien guardado entre ambos, Keegan era
mucho más hablador con su padre.
-…Julietta- Hiroel hizo una larga pausa tras decir ese
nombre, sin dejar de caminar o ver su entorno, por un momento se pensó que eso
era lo único que saldría de su boca y justo cuando Keegan iba a intervenir fue
que termino de hablar –Es buena persona, a veces. A veces y con muy poca gente.
Pero es buena.
-…¿Es tu amiga?- La curiosidad en el emergió al notar que se
notaba más animado al hablar sobre aquella misteriosa pelinegra que había conocido
solo de vista y la cual parecía tener mala racha con la mayoría que hablara
sobre ella. Y es que Hiroel solo hablaba “tanto” cuando se trataba de: sus hermanos, su madre, su padre o en
ocasiones Misaki. Y la curiosidad no
amenguó tras ver la sonrisa que sacaba de su padre.
-Se podría decir.
-Bueno…
De una u otra forma, podría preguntarle a su madre sobre el
asunto, porque si solo era una amiga no debía haber problema en hablar sobre el
tema libremente. ¿No?
Ese tipo de platicas banales o nostalgicas, siempre lograban emerger de aquel duo silencioso que caminaba de manera animada, por el camino que recordaba sus pisadas.